Papá, soy responsable de comunicación
Hace unos meses papá me preguntó, con una evidente inquietud, ¿qué es lo que haces en tu trabajo? Yo le respondí: soy responsable de comunicación. Y en su rostro percibí la misma duda que hace diez años, cuando le dije que había decidido estudiar comunicación social.
Creo que papá siempre pensó que sería famosa y aún no logra comprender mi trabajo, pero qué puedo esperar si soy yo que no termina de entender la magnitud de ese cargo.
En ocho años de ejercer, fui responsable de comunicación, de relaciones públicas, de capacitación, educación, promoción y hasta asistente de proyecto; este último me fue asignado porque asumieron que, al ser comunicadora, tenía las bases para hacer análisis de monitoreo de prensa. ¡Vaya tarea!, tuve que estudiar más de tres temas, ya que de monitorear a analizar hay mucho trecho.
Responsable de comunicación, esa soy yo, me sentí importante, quién no si está donde quiere. Bueno, con una materia de comunicación organizacional y otras de televisión, radio, proyectos, dos talleres de redacción no me quejo, fueron las herramientas con las afronté mi primer trabajo.
Elaboro boletines, monitoreo prensa, organizo reuniones institucionales, seminarios, escribo guiones, coordino diseños, me contacto con los medios, organizo ferias y, sobre todo, trato de llevarme bien con todos, le explico a mi padre sin querer complicarle.
Lo que no le digo es: que paso horas frente de mi computadora, pensando una estrategia, buscando información que confirmen mis teorías. No le digo que me paso con la gente en conversaciones que parecen vanas, pero sabiendo que nadie mejor que ellas para guiar mi trabajo.
No le digo que mi día laboral, al igual que el de un periodista, no termina a las 18:30 o al dejar la computadora en la oficina. No le digo que camino a casa sigo maquinando mi estrategia.
El periodista verá reflejado su trabajo cuando lo publiquen. En cambio a mí, me toca convencer al jefe, hasta al contador el porqué del trabajo de campo o la importancia de mi participación en la reunión de directorio. No le digo que, muchas veces, todo se convierte en mi viacrucis.
No le digo que mi proyecto elaborado en varios días, en minutos puede ser segmentado sin sentido o quedar en la papelera. No le digo, que me toca rebajar mis expectativas, ya que cuando se trata de recortes presupuestarios el área de comunicación será la elegida.
No le digo que tiempo es lo que me falta. No le digo que, muchas veces, me siento frustrada porque califican mi trabajo por los productos y no por los procesos y resultados. No le digo que me siento indignada porque creen que un plan de comunicación se hace sin conocer ni siquiera al que está a lado.
No le digo que intento, todos los días, hacer entender cuán importante es mi trabajo y que se trata de procesos y estrategias, más que de revistas y eventos.
Me ha tocado trabajar con personas que piensan que estar frente a la computadora no es productivo y con otras que creen que quitando la conexión a Internet evitarán distracciones.
Papá, me apasiona lo que hago. Sé que en muchas organizaciones esta disciplina aún no les parece importante, no las culpo; no puedo pedirles valorar algo que ni siquiera los comunicadores lo tenemos claro.
He tenido aciertos y errores, y con logros y fracasos voy comprendiendo lo que conlleva ocupar el cargo de responsable de comunicación.